jueves, 16 de marzo de 2017

Reflexiones sobre un dibujo social


Hoy un amigo me envió esta imagen. Ya la había visto publicada en algunos muros, y quisiera hacer una humilde reflexión al respecto.

1. Lo que la imagen representa
Vemos dibujado algo que no podemos negar: la profunda injusticia social de un sistema mundial basado en la explotación de millones de personas cuyo sometimiento es la única opción de supervivencia. De esa explotación van a surgir una serie de productos que serán consumidos por otras millones de personas en distintas partes del globo, que aun siendo también explotadas, les queda un resto para generar el mercado. 
Vemos a esas dos clases de personas, los trabajadores (casi esclavos) y el consumidor. Nos está faltando una, ¿no creen…?


2. El mensaje
Veo dos maneras de interpretar el mensaje del dibujo. La primera es pesimista: toda esa desgracia, todas esas personas sufriendo por ser sometidas a jornadas inhumanas, por salarios de hambre a lo largo del planeta tienen un culpable. Sí, los hábitos de consumo de los países desarrollados y semi desarrollados y su clase media profesional que no para de comer, vestirse, mirar porno y comprarse iPhones…
La otra, es optimista: todo ese mundo horrible que generó la irresponsabilidad de los consumidores (malditos, malditos consumidores!) se arreglaría teniendo conciencia y modificando nuestros “hábitos de consumo”. Hacerse vegetariano, comprar ropa producida por chicos cool de Palermo o tomar café orgánico podría contribuir a cambiar el mundo…


3. La “supuesta hipocresía”
Todo el mensaje anterior es rápidamente captado gracias al estereotipo de “chico socialista” ó “hippie con osde” que se encuentra en la centralidad del dibujo. Esa remera del “Ché” lo dice todo, ¿no? 
¿Cómo puede ese pibe tener una remera de un revolucionario y ser un simple consumidor más en este sistema? Los comunistas no consumen, los comunistas no tienen iPhone, ni usan Facebook, ni nada. Se dejan la barba, no se bañan, viven en la selva, eso hacen. Si les gusta ver porno que se adapten al sistema y no lo cuestionen, ¡carajo!
Pero… ¿es realmente posible salirse del sistema? ¿Se puede, dadas las circunstancias mundiales actuales, consumir algo que no haya sido producido bajo condiciones de explotación? ¿Tenemos forma de saber de dónde viene exactamente y cómo se hizo lo que estamos comprando, absolutamente cada cosa que compramos?


4. El objetivo final
Acá es donde todo esto se pone interesante, porque voy a intentar descifrar cual es el objetivo del dibujo, su función, para qué fue hecho.
A simple vista, parece cuestionar ese mundo injusto de explotación y miseria, pero en realidad lo que cuestiona es “el cuestionamiento de ese mundo injusto de explotación”. La crítica se centra en la “supuesta hipocresía” antes descripta. El dedo acusador señala a ese consumidor que, disfrutando de todos los productos y servicios que genera la industria capitalista, osa ponerse una remera del “Che” y criticar aquéllos “hábitos de producción”. Con lo cual, este dibujo, en vez de generar conciencia sobre el mundo que vivimos, lo que genera es frustración.
Provoca frustración sobre el cuestionamiento del statu quo y obsecuencia al sistema capitalista, ya que así planteadas las cosas, la única manera de no ser un hipócrita sería aceptar la injusticia despreocupadamente.
Este dibujo es un excelente dispositivo desactivante de toda posición disidente al sistema, ya que para no pecar de hipocresía, es mucho más fácil aceptar las cosas como están, antes que renunciar a todo tipo de consumo e irse a vivir a una isla (básicamente).



5. Conclusión 
La tercera clase de personas que falta en el dibujo es, ni más ni menos, la clase social dominante, la gran clase fantasma que nunca quiere mostrar su verdadera cara. Los dueños de los medios de producción, financiación, comunicación, los dueños de la tierra, los dueños del capital, la clase capitalista por excelencia. Te olvidaste de agregarla en el dibujo, ¿no, García? Detalles, nomás…
Vivimos en un sistema en donde la rentabilidad, la productividad, la acumulación de capital, la tendencia al monopolio, a la superproducción, etc. está por encima de cualquier necesidad REAL de consumo. El valor de cambio está por encima del valor de uso. El capital por encima de los seres humanos. El consumo es estimulado mediante bombardeos publicitarios para poder colocar mercadería que YA ESTÁ producida. Los cambios en los hábitos personales de consumo de cada uno poco impacto pueden tener en un sistema con hábitos de producción terriblemente especulativos, donde se busca disminuir costos y maximizar ganancias cada vez más fuertemente, ¡en eso radica la supervivencia de una empresa!
En medio de este círculo vicioso, dibujos como este sólo producen sofocamiento y miedo. Miedo a ser considerado hipócrita en la imposibilidad de apartarse del sistema y aun así estar disconforme con él.
Es una mojada de oreja, una provocación para abandonar toda utopía, todo ideal, por creerlo imposible de realizarse. La única manera de oponerse al sistema, ¿es dejar de consumir? ¡Eso es imposible! La manera de oponerse a un sistema es conocerlo en profundidad, y plantear su transformación. Para eso no hay otra herramienta que la política. Lograr una producción sometida a la demanda, para terminar con la demanda sometida a la producción, es el desafío. De eso depende nuestro futuro en este planeta…

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