sábado, 17 de mayo de 2014

Fernet con Manaos


En un lugar del Conurbano, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que andaba yo metido en una especie de barcito, a un horario intempestivo, cuando en de repente sentí la necesidad ancestral de refrescar la garganta con un clásico argentino.
Llamo al mozo con el característico lenguaje mímico que sólo los mozos de gran experiencia entienden, y éste, después de unos 5 o 10 minutos, se apresentó.
--Un ferné.-- Digo.
--Mirá que es con Manaos.-- Me dice.
Al principio no entendí, pero fulminándolo con una mirada que decía “no me importa, sólo traélo”, le dije: Está bien.

***Aquí comienza el detalle de la reflexión que tuve mientras esperaba el trago***

Estoy acostumbrado a pedir una cosa y que me traigan otra, pero esto ya es demasiado. En Argentina, los bares o son de Coca o son de Pecsi, no hay otra. ¿Qué es eso de Manaos? ¿Que garompa será?? No entiendo, ¿por qué tiene un nombre tan gracioso? ¿Por qué no le ponen algo más serio, grandioso, bíblico... Como Goliat, por ejemplo?? Siempre lo mismo con las porquerías que fabricamos acá, siempre con nombres pelotudos para que todo el mundo lea o escuche el nombre y ya sepa que es una garcada nacional, que no le llega ni a los talones a las producciones de patente extranjera, que debe tener gusto a cola, pero a cola de gato, y encima ahora deben estar en la barra mezclando el delicioso elixir italiano con esta basura que lo va a arruinar, lo va a hacer intomable, y como un forro de mierda que soy le dije que “está bien”... Está bien las pelotas, ¡las pelotas están bien!

***La reflexión se vió bruscamente interrumpida por la aparición del mozo, esta vez con bandeja y un vaso alto cargado hasta el tope con un líquido negro azabache. Se veía bien.***

--Aquí tiene señor.-- Curiosamente ahora me trataba de usted.
Agradecí automáticamente y me dispuse a examinar el vaso alto, similar a un tubo de ensayo de algún científico loco (y claro, me dije, sólo un científico loco y forro puede mezclar un fernet Branca con Manaos), lleno de ese líquido oscuro, amarronado a traslúz, espumoso, con correcta textura, temperatura ideal, poco hielo y mucho trago, sin pajita; si no fuera porque ya sabía que adentro estaba esa gaseosa infame, hubiera concluído que se trataba del mejor vaso de fernet que me han traído en años.
“Bueno, de algo hay que morir”, me dije, y lo mandé para adentro...
No estaba mal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario